sábado, 14 de julio de 2007

II. Viento nuevo. Hada

Y ahí estaba, de cara al cielo, tumbada y con los ojos cerrados, muy cerrados, entonces la claridad de aquel día traspasó sus párpados. ¿Quién ayuda a las hadas? aún no lo sé, tal vez ellas deben ayudarse a sí mismas. Pero estábamos en el suelo, de cara al sol, Hada decidió asomarse a ver qué era aquel resplandor. Abrió los ojos, lloró.
El llanto brotó sin cesar, como si no hubiera nada más que ella y su llanto, así, sentada en medio de la nada, en medio de esa claridad, el hada lloró por todo el tiempo transcurrido, por todo el tiempo que mantuvo los ojos cerrados, por todo el tiempo que creyó lo equivocado, por todo eso y sobre todo por aquel suave y tibio bienestar que la luz que inundaba sus ojos le transmitía. -Ya nunca más los cerraré, no -se dijo- pero decir no basta, habrá que dejar pasar el tiempo una vez más para corroborar tal afirmación, porque es de dominio popular que las palabras se las lleva el viento, lo que no sabes es que hay que fijarse en el tipo de viento que luego anda por ahí llevándose cosas como palabras, intenciones y pensamientos.
El viento puede llevarse muchas cosas, pero también las trae, nos las acerca tanto para que solo baste abrir los ojos para ver lo que ha traído. Hada, que aún permanecía tumbada en aquel claro, con los ojos abiertos llenos del azul del cielo, pudo empezar a respirar de aquel viento que flotaba y rebotaba en la baldosa blanca donde se hallaba. Era un viento con olor a nuevo, mezclado con un poco de incertidumbre y cambio, era un viento limpio y sin perfume, listo para ser llenado de los nuevos paquetes a transportar.
Hada se sentó y se quedó un rato más en esa posición, con las piernas hechas nudo y la frente en alto. El llanto aun brotaba lentamente pero al oler de aquel singular viento volvieron a renacer las ganas y las fuerzas que le impulsaran a llorar, pero este llanto era diferente al anterior, este era de descanso, de aliento y de paz. Todo había terminado, la tempestad había acabado y ahora el cielo estaba listo para ser pintado de nuevo, solo que ahora Hada debía descubrir qué era lo siguiente a pintar, qué será lo que continua, voltear al pasado es bueno de vez en cuando, pero después de lo ocurrido y después de haber sentido los rayos del sol sobre su frente, no podía volver a lo anterior, así que decidió saltar esa etapa de su vida y cuando mirara al pasado solo vería lo anterior a esto, donde vivía en una paz aletargada, esa paz que vino a ser sacudida por el torbellino que fue todo lo que acababa de ocurrir. Hada ahora debía ponerle otro rostro y otro nombre a sus pensamientos, que siempre habían sido los mismos, pero que por un instante encantado otorgó a quien no debía.
Ahora después de la sacudida había podido oler este viento que la envolvía y la abrazaba dentro de su fuerza y que le susurraba palabras que aun no podía comprender, y en ese ir y venir de susurros de viento se encontraba, alertando todos sus sentidos, descubriendo que le amparaba esa luz resplandeciente y ese viento dulzón mientras se encontraba sentada en la explanada, sobre las baldosas blancas y alzando la frente hasta encontrar el sol.

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