martes, 10 de julio de 2007

Hada


I

-Esta todo tan oscuro, ¿dónde está el interruptor?- se dijo mientras en el silencio se dibujaban imágenes en su mente, de esas que solo nos visitan en nuestros sueños y que más tarde no podemos recordar, -¿qué es ese ardor? mis oídos arden ¿conspiración?- esa extraña sensación que te invade justo cuando estas esperando por algo, o alguien, como los nervios previos a una noticia que no quieres escuchar.
Era muy temprano aún, las sabanas aún estaban tibias cuando todo pasó, y luego, oscuridad, todo en vertiginosa caída sucedió, qué otra manera sino el desconcierto puede venir después del arrebato. Con todo lo ocurrido lo único que se esperaba era el silencio y esa extraña sensación de paz, que de no ser por el ardor en las orejas, se asemejaría mucho a la que antes la invadía. Estaba convaleciente, todo fue tan rápido que apenas en medio de esta oscuridad pudo sentarse a mirar lo ocurrido, y los hechos pasaban como una película entrecortada dibujada en aquellas imágenes de su mente.
-Parece un sueño, no sabría si comienza o termina- se dijo aquel ser, pero esta hada no había salido de la pluma de Calderón de la Barca, sino de la mía, así que al menos estamos seguros de que la vida no es sueño, al menos no en este momento, porque el dolor guardado en la memoria de la piel salía justo ahora en todo su esplendor, se sentía, se olía, se distinguía, ese dolor que invade todo, que lo llena todo hasta la memoria y que aunque se pose un instante, ese instante parece durar una eternidad. Y lo dura, eternidades enteras se han pasado durmiendo en ese dolor.
Ahora el dolor había cesado, la eternidad había acabado y el Hada estaba inmóvil, pasiva, esperando que el futuro llegara y con él la luz, esa luz que empezaba a recordar, la que tenía antes de que todo iniciara. Estaba quieta en medio de esa oscuridad, aguardando, aún no descubría qué era lo que aguardaba, solo el instinto de la vigilia la mantenía alerta, qué hacer cuando tus alas se rompieron y el polvo de hadas se acabó. Lo que no se daba cuenta era de que la oscuridad vivía interna, ella no estaba oculta, no se encontraba en ningún refugio, al contrario, era como estar en medio de una plaza desierta, cubierta de luz, tumbada en el suelo blanco y con los ojos apretados para que no entrara ninguna de aquella claridad que la rodeaba, absorta en sí misma y en su mundo pequeño y oscuro, esperando como un niño que jugando a los "encantados" fue atrapado y aguarda a que alguien más se tome la molestia de desencantarlo. Y mientras aguarda todo parece ir más despacio, pero aguardar tiene sus beneficios, porque algo, tarde o temprano, tiene que llegar y si algo saben las hadas es aguardar.

2 comentarios bien escritos:

Jen dijo...

quien fuera hada...

Tu Gitana dijo...

jen: te gustaría ser hada? extraño deseo. saludos