jueves, 15 de enero de 2009

Niebla


Niebla, de cómo Oni entra a estos cuentos.

La mañana comenzó blanca, espesa, llena de luz queriéndose colar entre las rendijas que la niebla dejaba. Aquella era la tercera vez que el sol se levantaba desde que dejó su casa. Oni abrió los ojos, los cristales del coche estaban empañados, había sido una fría noche y pensó que limpiando los vidrios lograría desaparecer ese humo blanquecino que le impedía ver el exterior.

El parque que había elegido para estacionarse resultó encantador, pocos ruidos, pocos curiosos, pocos vagos. Se había dormido tarde por estar mirando las estrellas, ahora se encontraba un poco resfriado ya que a pesar del frío había bajado la capota para observar mejor y estuvo a punto de dormirse con ésta abajo. Cuando la bajó aun el cielo era oscuro y el ambiente tan claro como para disfrutar de la tenue luz que las estrellas le brindaban en aquella noche sin luna. Sin embargo hoy era diferente, era de mañana y al salir del carro no pudo ver más allá de la nariz. En algún momento de la madrugada la neblina había inundado el parque, la ciudad.

Caminó a ciegas envuelto en aquel color, todo blanco, absolutamente blanco, extendió las manos frente a su rostro y el rojo de la sangre pegada alrededor de las heridas contrastaba haciéndolas ver hermosas, unos tonos púrpuras y verdes se asomaban por las yemas de los dedos y las palmas, le faltaban dos uñas y le dolían las articulaciones, aun así resultaban unas manos excitantes bajo aquella vista.

El parque era grande, los árboles le resultaban familiares, si no estuviera todo tan blanco hubiera podido identificarlos o al menos intentarlo. Se sentó en una banca y al posar las manos en las rodillas descubrió que le dolían un poco. ¿Qué habría pasado, en qué momento tropezó?

Comenzó a recordar lo que había vivido desde aquella tarde en que abandonó el hogar. No le causaba tristeza ni temor, le ocasionaba una desolación el saber que no le afectaba dejar una casa que nunca sintió suya, esa tarde tomó una maleta, robó algo de dinero y condujo su auto hasta llegar a esa ciudad llena de gente extraña, llena de parques, llena de coches, tantos que nadie notaria extraño uno que nunca se detuviera frente a la misma casa cada noche. Decidió vivir en su carro un tiempo mientras decidía a qué se dedicaría para sobrevivir.

La niebla no decrecía, cada vez era mas densa, mas intensa, como estar en un sueño borroso, así trascurrió el día y Oni no quiso salir de aquel parque, la niebla lo detenía. Comenzó a oscurecer, los faroles se encendieron y la neblina brilló. Sus recuerdos también. Aquellas manos rasgadas que ahora veía confusa, aquella intempestiva salida de casa, el cansancio, el olvido. Cerró los ojos, continuó viendo la niebla, sintió su cuerpo, sus manos, sintió empequeñerse y cubrirse calidamente de otra piel, sus rodillas rozaron el suelo, las palmas de sus manos ahora sostenían parte de su cuerpo. Abrió los ojos, el parque lucía diferente, recordó los motivos por los cuales salió de casa, supo cómo sobrevivir, supo a donde ir, supo qué hacer. La niebla seguía ahí, tan intensa como antes o más, ahora era diferente, ahora veía el parque a perfección entre lo oscuro de la noche, el resplandor de los faroles y la blancura de la neblina, ahora todo lo miraba mejor con ese par de ojos grandes y pupilas dilatadas como líneas brillando entre la espesa niebla.

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Más niebla por acá:
:::::♥ ♥ ♥ Jenny ♥ ♥ Victoria ♥ ♥ AlonsoItaka ♥ ♥ ♥ Efra ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

4 comentarios bien escritos:

Gustavo Tisera dijo...

¡Guau! (o mejor ¡Miau!) Muy pero muy bueno. Me encanta esa cosa misteriosa de la niebla, de todo ello que oculta y de lo que deja vislumbrar. Un saludo!

Tu Gitana dijo...

Gustavo: un halago del rey de los cuentos es insuperable, me siento horada, un saludo y un abrazo llenos de sonrisa.

Mi Cotidiana Vida dijo...

Es precioso el relato. Esos tintes neblinosos y grises me encantan.

Un abrazo

Tu Gitana dijo...

Cotidiana Vida: Una brazo también para ti.