martes, 7 de octubre de 2008

33. Cuento corto

Título influenciado gravemente por las fechas, por el experimento bloggero de moda y su autor del lunes –el significativo, la otra estuvo chafita- , por el blog de cuentos cortos que encontré y luego perdí la dirección y porque ando bélica –por aquello de cortar

Cada verano era igual, visitaba aquel prado, aquella vieja casa y se llenaba del aire más puro que jamán había respirado. Aun recordaba la primera vez, el verde de los campos era lo más hermoso que había visto y las flores silvestres le llenaban el olfato de colores.

Era un niño pequeño, de aquellos débiles al que todos pasan por delante, el blanco perfecto de los peleadores y rebeldes desertores de Primaria pero cuando llegaba a casa de sus tíos todo era diferente. Y era diferente porque ella estaba ahí, aguardando su arribo puntual junto con cada verano.

Ella era un poco más pequeña que él pero ciertamente más inquieta, acostumbrada a combinar con aquel paraje. El la seguía a todas partes sin importar las consecuencias, si se caían de algún árbol o si se encontraba apunto de morir ahogado en el arroyo, la sonrisa de ella valía todo sacrificio. Sorprendentemente a ella nunca le pasaba nada, quizás porque conocía mejor el lugar, lo conocía como conoces una vida.

El verano se aproximaba y la excitación por el pronto viaje le hacia olvidar incluso a aquel muchacho alto del cuarto grado que insistía en refrescarle la cabeza dentro del baño de los niños. Pronto estaría ahí y ella le podría sonreír de nuevo.

De nuevo se encontraba en aquel prado. Decidieron salir a jugar, los días estaban contados y no podían permitir perderse de alguno. Ella había descubierto un nuevo lugar el invierno pasado y desde entonces había estado ansiosa por mostrárselo. Se trataba de una madriguera abandonada al pie de una montaña pedrosa, probable refugio de algún conejo o liebre que por infortunios del destino nunca regresó a casa. La madriguera estaba intacta, ella la había conservado así, quería explorarla junto con él.

Ella saltó. Se había sentado en el borde de la entrada y después de descubrir que sus pies no tocaban el suelo decidió saltar. Un estruendo sonó, una mezcla entre crujir de ramas, gritos y golpes de piedras. El silencio. Él se asomó al borde ansioso por escuchar una respuesta de alivio, la voz sonó y él saltó.

Juntos los dos descubrieron que mas que madriguera aquello tenia aspecto de cueva, estaba bastante profundo, la luz apenas se colaba por la pequeña entrada y los pies de ambos ardían de dolor. Se quedaron los dos muy quietos, juntos, abrazados el uno al otro. Ella le pidió una promesa, esa sería su cueva y cada verano regresarían a ese lugar, sería su lugar. El prometió. Entonces tomo una piedra suelta, se acercó a la pared más cercana de la cueva y marcó una línea. Este sería el primer verano de aquella promesa. Regresó con ella y los dos, de nuevo abrazados, se quedaron profundamente dormidos.

El tiempo había pasado, aquellos prados no eran tan verdes y las flores silvestres habían dejado de crecer, el verano comenzaba pero el panorama lucia gris. El recorrió la casa, salio por el viejo patio y se dirigió al sitio donde se encontraba la abertura de la cueva, justo al pie de la montaña. La entrada era tan familiar, ya no le dolían los pies cada vez que descendía, ya no le parecía tan profunda. Se detuvo un rato y miró la piedra de la montaña, tantos años vinieron a sus recuerdos, recuerdos en los que siempre aparecía ese prado y esa montaña. Descendió. La oscuridad era profunda, miró a su alrededor y de nuevo ahí estaba esa sonrisa, siempre puntual, siempre para él. La abrazó. Tomó una piedra como cada año y marcó la línea correspondiente. La 33.

Afuera el sol brillaba y unos viejos se reunían bajo el cobijo de aquella montaña, justo en la entrada de la cueva, justo donde se encontraban dos moños blancos y las fotos de dos pequeños como de Primaria.



. MaRISoL .

3 comentarios bien escritos:

m a r i e dijo...

La oscuridad era profunda, miró a su alrededor y de nuevo ahí estaba esa sonrisa, siempre puntual, siempre para él. La abrazó.

Me encanto esa parte

Tu Gitana dijo...

Gracias!! un saludo enorme para ti

Tu Gitana dijo...
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