jueves, 5 de marzo de 2009
Noche oscura. Las estrellas no salieron esa vez o al menos Oni no las vio, solo miraba impaciente el reloj de pulsera malgastado por el tiempo, aquel que había visto marcar el día completo en aquel lejano parque gris. El tiempo había pasado, ahora veía todo aquel episodio del mismo color del día, siempre gris.
El sonido del minutero le era perceptible, cada segundo retumbando en sus oídos, cada gota de sudor que resbalaba sobre su blanca piel dejaba el rastro del tiempo marcado en su cuerpo. La excitación de la espera le impedía hacer cualquier cosa que no fuera mirar el reloj.
Después de haber abandonado aquel parque los días pasaron demasiado rápido, las horas eran ligeras y la suerte se dio cuenta de su existencia, pronto había conseguido techo y comida, el dinero vino por añadidura sin embargo nada le satisfacía, no buscaba nada material y al parecer era lo único que lograba obtener.
La noche avanzaba, los momentos de delirio causados por la expectativa estaban instalados permanentemente, cada golpe, cada ruido era fielmente contabilizado, los ojos parecían salir de sus órbitas. Quién no ha sentido la desesperación que embarga la vigilia de una noche impaciente, que esperas que te reclame pasado y presente y que arranque tu alma a destajo desde el inicio hasta el fin, aquel deseo de estallar y aniquilar todo a su paso para que el tiempo se detenga y tu agonía acabe, aquello que sucede entre los espacios del reloj que marcan los segundos, esos segundos eternos, inútiles que arden en la mente, el cuerpo y el espacio donde se supone que va tu corazón.
Después de juntar bienes materiales había decidido pasar el tiempo, pasar la vida de corrido sin objetivo fijo, necesitaba una casa, una buena, con ubicación excelente para mirar el cielo y con amplios espacios y vecindario tranquilo. Vecindario lleno de vecinos y vecinas, vecinas pequeñas y asustadizas, vecinas que no llegaban, vecinas que soñar trágicamente.
Las lágrimas habían salido y secádose más de una vez, ya no quedaban más, estaba llegando al punto donde la noche era más oscura y febril, afuera el ruido aumentó, se escucharon los pasos de mucha gente, llegadas, carros, sonidos enloquecedores. Oni cerró los ojos, quiso despertar de un sueño falso pero la realidad lo obligaba a despertar.
Los gatos maullaban en el tejado, miró por la ventada trémulo de saber lo que ocurría. Kata corria huyendo de la gente que llegaba y entraba por la casa iluminada en aquella noche oscura. Kata se detuvo frente a él, lo miró con sus grandes ojos azules y lo supo.
Aquella oscura noche tres gatos miraban absortos a su dueño salir corriendo enloquecido hacia la casa del vecino. No hicieron caso, las estrellas tenían cosas más interesantes que mostrar.
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