lunes, 4 de agosto de 2008
En cuanto supe de la noticia le llamé al celular a mi hermana, la oportunidad de adquirir una casa era sensacional y no podía perder tiempo. Me contestó rápidamente, señal inequívoca de que tenía el celular en la mano. Me contó todos los pormenores y colgamos bien felices y emocionadas las dos. Llegó a casa apurada porque teníamos que volver a la oficina del encargado, solo venia por unos papeles, invertimos un buen rato buscando su teléfono celular pero como ya era tarde decidimos buscarlo después. Llegando a la oficina, el encargado nos alcanzó unos asientos, después de horas de trámites nos invitó un vaso de refresco pero como tenían un reverendo desorden, no encontraba vasos limpios suficientes. La oficina era bastante sucia, había envolturas de comida y envases vacíos regados por todos lados, cerros de papel, un niño corriendo, vasos sucios en el suelo, folletos y un stand que la hacia de mesa-ropero-librero-escritorio. En frente de mi hermana y yo había un vaso en particular peculiar, tenía algo adentro, yo me entretuve tratando de adivinar su contenido, parecía una plaquita blanca, algún pedazo de juguete o una de esas placas de pegamento para atrapar ratones. Nos encontrábamos mi hermana y yo absortas en la contemplación del vaso cuando un amigo de mi hermana le dijo al encargado que había mandado a lavar vasos, -No te preocupes, ese vaso de ahí es de Luz –señalando el vaso. De inmediato supimos su contenido: el celular de mi hermana.
Etiquetitas: accidentes, crónicas
0 comentarios bien escritos:
Publicar un comentario