Una semana sentada junto a ti y tu voz calló.
Una semana sin palabras como preámbulo a tu partida.
Era la mañana del lunes, el viernes anterior había precedido una despedida silenciosa, él sabía que sería la última vez que estarían juntos pero su voz no tuvo el valor de decir aquellas palabras que enmarcaran el final, ella presentía de qué se trataba pero se negaba a aceptarlo hasta oírlo de los labios de su amante, lo supo por la actitud de él, tan triste, tan complaciente, tan abierta, como si nada más importara. Él no trató de ocultar los rastros de la mujer en turno, no la amante sino la oficial, muchas veces antes tal vez por prudencia, tal vez por vergüenza la ocultó, la encerró en un cajón bajo llave mientras recibía a su amante en el mismo cuarto donde le jurara amor eterno, en la misma cama donde compartía sus sueños con alguien más en su ausencia, y ahora aquella mujer que se había prestado al juego de seducción, aquella mujer que había escuchado el sonido de su vida, que se había asomado sin permiso a un pedazo de su alma, aquella con la que ahora hacia el amor por última vez le miraba a los ojos y veía dibujadas las palabras del adiós. Hay veces que el silencio nos dice más que las palabras y esa vez fue así, sólo el llanto brotó de aquel ser, y el amante desconcertado alcanzó a abrazar un cuerpo que ya nunca más tendría, fue un abrazo largo, frió, callado, final. Ella en el baño arreglándose los rastros del llanto supo de golpe la verdad y sólo tuvo el valor para despedirse en silencio de aquellas paredes que no la recibirían ya. No hubo más palabras esa noche.
Un lunes intempestivo, lleno de decisión.
¿No me lo piensas decir?, ¿No merezco esa atención?
Era lunes, de mañana. Ella sabía la verdad, no de sus labios como hubiera querido, sino porque desde el viernes anterior en la tarde lo supo, ella sin permiso, leyó el correo de su amante en la oficina, supo lo que le dijo a la otra, más bien a la una, la otra era ella, le dolió saber las palabras dirigidas, le dolió saber que él se arrepentía de todo, -¿De todo? –se preguntó mientras leía horrorizada la verdad. Por eso se sorprendió que el viernes la invitara a reunirse con él después de la hora de salida, ella había decidido tratar de cortar con todo eso, había decidido dejar de ser la amante al menos hasta que él estuviera seguro del lugar que elegiría, pero una vez más él hizo que cambiara sus planes tornándose el asunto en un viernes doloroso. Ahora en lunes ella llegó lo más serena posible, el mundo transcurría lento y silencioso, ella no le dirigió la mirada, él tampoco quiso hacerlo. Él quería marcharse intempestivamente, huir de la manera que tantas veces criticó, él le había prometido todo, -Podría hasta matar por ti –le había escrito a la que llamara novia, esa novia que lo hacia abandonar todo como otras veces, esa novia que pidió su renuncia para perdonar su infidelidad. Él no se marchó ese día, ella no supo ni sabrá qué lo detuvo, sólo supo que no se marcho y que comenzó la semana del silencio más agudo entre los dos.
Una semana callando, una vida callando.
Un ángel para un final, tan grande que aun no termina de callar.
Solo llegó un ángel, para él, ella aun sigue esperando el suyo para poder callar.
La semana trascurrió ante un sepulcral silencio; las palabras sobraban; él ya no quería estar con ella; su felicidad estaba en otro lado; ella no quería retenerlo a fuerza por eso aguardó en silencio también, se podía sentir la aversión que él le profesaba así que ella se estuvo preparando toda la semana para el momento en que él le comunicara sus planes de huida. Eso nunca ocurrió. Todos le preguntaban el porqué de su partida, él contestaba que buscaba algo mejor para ser feliz con su pareja, esa fue la excusa que nadie creyó. Ella odió todas las veces que le preguntaron si sabia los motivos, claro que los sabía, -está huyendo porque su novia así se lo pidió, para que esta bruja que tienes enfrente no lo enrede más entre sus sabanas –eso hubiera contestado con gusto, en cambio sólo calló. Toda la semana ella estuvo revisando el correo de él, aprovechando sus ausencias, ella odiaba el silencio más que otra cosa, él lo sabía, a lo mejor por eso lo utilizó, así ella buscó enterarse de sus planes: una vida llena de promesas, de buenaventura, planes de boda, nombre de los hijos, dinero en abundancia; un correo le surgió la idea de la posibilidad de que la novia viera algo más en su ex amante: dinero, herencia y una vida prominente. Pero sólo fue un pequeño destello, al fin y al cabo no podía ser muy positiva en ese momento, también de un correo descubrió que la novia le hizo pensar que ella era la única culpable de todo, la mala persona, la que interfirió en el camino del amor. Ella casi se lo creyó. Así transcurrió la semana inundada en el más apacible silencio. Silencio de palabras, de voz, de miradas, de roces, silencio total.
Sigo aguardando por mi ángel, si no llega te puedo sugerir.
Si no hice nada mal, ¿por qué callar? ¿Dónde estas?
Al fin viernes, la agonía terminaba para comenzar de nuevo con otro nombre. Ese, su último día, él llegó vistiendo los zapatos favoritos de ella y un aire espectral e iluminador de quien se va sin saber que ya se fue. Ella estaba tranquila, sabía que el dueño de esos zapatos ya no estaba desde hacía mucho, en cambio, otra persona totalmente distinta a su antiguo amante los ocupaba, dónde quedó su amante, se preguntaba, mientras esperaba que aquel ser hurtador de zapatos tuviera a bien comunicarle la despedida prometida que su amante hubiera pronunciado, pero eso tampoco pasó. Mientras tanto se acercaba la hora final y ella ansiosa por escuchar al menos un adiós que parecía no llegar decidió romper el silencio, no quería callar su adiós aunque su amante no la leyera sino aquel ser extraño que robaba su apariencia, -talvez si él lee mi adiós, mi amante salga por un momento de su prisión y decida despedirse –pensó ella, pero el extraño ser que se encontraba aquel viernes no lo dejó salir, solo se levantó, caminó hacia la puerta, se regresó por la taza del amante de ella y se marchó sin siquiera levantar la mirada para que los antiguos amantes pudieran despedirse. Ante la mirada atónita de ella cerró la puesta y se fue. El silencio de él ganó.
Ella tiene su ángel por fin.
Este ángel está aguardando sus últimas palabras.
Pronunciadas se llevará la historia de dos amantes que alguna vez sintieron felicidad.
Después de su partida no supo nada más de aquel ser, en cambio el amante que aun se encontraba atrapado en su interior salió brevemente unos segundos para escribir unas cuantas líneas, solo que el encierro le ha afectado, no acierta a escribir aquel final que ella aguarda, el encierro le ha borrado la memoria, no recuerda sus palabras: -si eso fuera, yo te lo hubiera dicho y me hubiera tenido que despedir de ti y hubiera llorado mucho, mucho –ello le dijo su amante a ella en una ocasión anterior, pero ahora ya no suenan más esas palabras. A ella solo le queda resignarse y conformarse con la voz de su silencio. Ninguno de los dos volvieron a escuchar jamás el sonido de su voz.
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2 comentarios bien escritos:
Mucho dolor, muy bien escrito, me gusta la forma de como lo narras, me gusto este post.
Saludos!!
gracias, si, esta doloroso, ya voy a intentar cambiar el color de mis escritos... saludos
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