Sintió un gran golpe en la nuca, se expandió rápidamente por toda la cabeza, el dolor se volvió punzada, incapaz de permitir el pensamiento, no hacía otra cosa que sentir, la cabeza hinchada, punzante, queriéndose comprimir, bloquearse o desconectarse y no saber nada mas qué el blanco profundo y vacio en el que se entra al cerrar los ojos. No era la primera vez, ese golpe ocurría siempre que él la intentaba ahuyentar, sacarla de su vida, vanamente, mientras el golpe continuaba y continuaba y continuaba, hasta que un día, encogida por la experiencia, tratando de que la bola no diera tan contundente en la cabeza, sucedió. Bateó.

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